viernes, 29 de febrero de 2008

Tres recuerdos imborrables (III)

Significados.

Tenía un póster, chapas y algún cromo de la selección española, propaganda de una marca de algún producto que vendía mi abuela en la tienda. Sin ninguna duda, con muchísimo valor para mí. Porque, de alguna forma sentía complicidad cuando mi padre y mi tío se pasaban las horas hablando de aquellos trozos de papel y metal que yo cuidaba como tesoros. Los identificaban con alguien al que le llamaban el Buitre, o admiraban “la mano de dios” o enfurecían con el gol de Michel cuando los miraban. Yo no tenía ni idea de lo que hablaban, pero sabía que tanto el poster, como las chapas o los cromos representaban, significaban, algo que de alguna forma les hacía vibrar en aquel momento.

Y otra vez, al cerrar los ojos y recordar, veo las sombras en el mismo lugar, entonces no hay duda, era por la mañana, enfrente del escaparate que me ha visto crecer. Dos adolescentes que se cruzan, con la sonrisa aumentando en sus caras a medida que se acercan. Saben que tienen la misma sensación, están viéndose en un espejo vivo y real de la vida que les han prometido. Dos niñas todavía, que llevan cogidos de la mano a dos pequeños, tú y yo. Nosotros, espectadores, nos acercábamos agarrados de la mano a través de las suyas… ignorábamos lo que pensaban, desconocíamos ese lenguaje, apenas conocíamos el nuestro.

De aquello, de lo que pasó realmente, sólo me quedan palabras sueltas y no recuerdo tu cara, pero sé que eras tú.

–Mira que niña más guapa. –Dijo mi tía.

Fijé mi inquieta mirada en ti, con mis débiles piernas frené el mundo y concentré el resto de mi vida en ese instante.

–Preciosa, exacta, perfecta. –Pensé.

Y como si hubiera soltado el resorte que la fijaba contra su voluntad, la Tierra volvió a girar, a una velocidad desconcertante, a tal velocidad que me devuelve al presente cada vez que llego a estas tres palabras cuando intento recordar aquel día. Palabras que tampoco comprendía en aquel momento, pero que también quedaron en mí para siempre.

Yo tenía tres años por aquel entonces, estoy convencido de que hablo de mis primeros recuerdos, de mis primeras tomas de conciencia conmigo mismo. Quizá no estaba preparado para dar sentido a algunas cosas que me sucedían. Quizá haya emociones y sentimientos que no podemos entender hasta que maduran dentro de nosotros, pero que son reales y sinceros aunque no sepamos su verdadero significado.

Quizá estos recuerdos se mantuvieron latentes en mi memoria porque necesitaban tiempo para madurar.

1 comentario:

David Rey dijo...

Con tus piernas débiles, frenando y parando el mundo...eso es muy grande, tio!

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