martes, 12 de febrero de 2008

Tapones de geles

Verán, hace unos muy pocos minutos llené mi bañera, casi a rebosar, con agua tibia. Antes de meterme pensé que se vertería gran cantidad, pero ya desde dentro si es verdad que se puede apreciar que faltan aún unos dedos para que sobresalga de esa forma el liquido y encharque catastróficamente el suelo de mi cuarto de baño.

Puedo decir que se está cómodo extendido por todo lo largo del sanitario. Cómodo y perdido en el techo goteante de vapor licuado. A mi espalda geles de baño y champús de varios olores y protecciones... protecciones, que cosas... He decidido hoy sesgar mis muñecas empezando por la izquierda y todo se ha puesto perdido de sangre. Pero rápidamente me he recogido sobre mí mismo para no seguir manchando el piso del baño.

El agua parece que empieza a tener el color ese que sale al mezclar vino con gaseosa y unos hilos escarlata se entrecruzan como serpientes alrededor de mi cuerpo como si quisieran atarme. Pero se disuelven cuando juego con ellos. Es divertido; parece realmente un juego: antes de que toquen mi piel, esos hilos, tienen que verse confundidos con el agua cada vez más opaca. Incluso podría jugar con los tapones de los botes como si navegaran ahora en ríos de lava templada.

Es una escena cuanto menos pintoresca, los azulejos son de color azul cobalto cómo su etimología indica y el agua es, a estas alturas, inténsamente roja. Las cortinas tienen unos dibujos verdosos tan insulsos... En este momento siento como me adormezco y lo que hago es reclinar mi cabeza un poco más. Aún necesito estar más cómodo. Esta vez para suspirar hacía el cielo y creer que lo hice, no quiero mirar la herida y es que ya se empieza a sentir algo parecido a escozor; debe ser a causa del poco jabón que se vertió al coger los tapones. Puedo meter la mano en el agua de nuevo para limpiar el antebrazo y así ver mejor el estropicio que le he hecho a mi cuerpo. Pero es inútil. La sangre brota desde dentro con fuerza, animada por el calor del baño, impulsada por un cuerpo aún más caliente.

Acaricio alrededor. Me unto el brazo del propio carmín que vierto sin cesar. Ensayo dibujos en la zona donde se resecó la sangre y los borro al ahogarlos en el agua. En ese agua ya no se aprecian ríos. El caldo acaba de aliñarse con pimentón y pronto se aliñará con un pedazo de carne.

Ahora alargo la mano que aún me responde y vuelvo a coger la hoja para mirarla, para rozarla por mis piernas, como si quisiera rasurarlas. La vuelvo a mirar, corto el agua y se la doy a mi mano izquierda. Vuelvo a sentirla otra vez y en mi mano derecha, en mi muñeca derecha. Vuelvo a mirar al techo pero con angustia esta vez. Busco las gotas de antes y la nuca apoyada en algún sitio ¡tan duro! Las manos caídas, el agua cada vez menos tibia, el techo cada vez más negro, cada vez más lejos, las gotas ya no se ven, el agua...levanto las manos, no puedo. El cuerpo sin embargo flota. Los tapones flotan. Los ojos no funcionan, el agua se enfría... y los azulejos se emborronan. Me noto sólo conmigo mismo y siento algo de miedo... Esto se acaba, me hundo, todo se hunde. El rostro seco rompe su firmeza para aglutinarse de agua y sangre, los ojos, desde hace tiempo inútiles, se pierden en las profundidades, los pies suben a la superficie. Los tapones se tambalean como barquitos de plástico en la fuerte marejada del mar que rodea el plano mundo cuando llega a su fin. Y el miedo poco a poco va desapareciendo, sin resbalar, por la muda alfombra de goma.

Debo asegurar que cuando se está tan cerca de ese sitio del que nadie puede hablar, se siente algo así como temor y pasión por lo efímero.

Ha pasado algo así como un año y recuerdo lo sorprendente que se muestra la complicidad practicada con tu propio cuerpo y con su intelecto cuando nos enfrentamos a lo impracticable de un novicio (¿cómo si no?) final. Pero le damos las gracias, sin embargo, a los creadores de la percepción por saber crear máquinas de sensibilidad y emociones que resurgen de lugares tan carismáticos como ciertos aseos o de las profundidades del mar de ciertas bañeras. También le llegas a dar las gracias a los elementos, al calor de tu cuerpo, al frío de los azulejos y al diseñador de estúpidas cortinas de baño... hasta al plástico que se empleó para que pudieran flotar los tapones de geles de baño. Al aire vaporoso que reseca lo que acaricia... al agua y a la transparencia que provoca la luz a su paso por su cromatismo añadido. Al goteo desde el techo contra tu piel... a lo pulido y a lo áspero.

Pero sobre todo le das las gracias a aquello que te hizo mantener tu punto de cordura. A aquello que te impidió colar ese cerrojito de la puerta del cuarto de baño justo antes de pensarlo, justo antes de meterte en una bañera a rebosar de agua tibia. Las gracias por no enhebrar ese típico pestillo conclave que llega a separar la vida de lo que no es vida con tan sólo un rápido gesto.

Las gracias a no querer perder de vista tu salvación en el mejor momento por muy odiosa que ésta te resultara.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hey there! This is my 1st comment here so I just wanted to give a quick shout out and tell you I genuinely enjoy reading through your blog posts.
Can you recommend any other blogs/websites/forums that deal
with the same subjects? Appreciate it!

my web-site ... Zahngold Preis

Publicar un comentario