martes, 10 de febrero de 2009

C1

¿De dónde vienes?
De dar una vuelta, por ahí, tenía que salir.
¿En autobús?
Me apetecía coger el C1 para revivir aquel tiempo pasado.

Circulaba de forma circular esa línea; un "gusano" articulado que se retorcía como si a romperse fuera en la primera esquina de María Auxiliadora, con los nuevos resaltos de Sta. Justa o en esa rotonda de carriles difíciles de Kansas City.

Siempre llegaba a su hora y siempre llegaba yo tarde a mi destino. ¿Porqué nunca me acostumbré a su reloj?

Hoy lo he vuelto a tomar, solo son veinte minutos mal contados de viaje, y me he vuelto a bajar en la última parada, en San Francisco Javier, a la altura de Empresariales, a la altura de Santa Joaquina de Vedruna.

Sentado en un banco esquinero y prolongando mi viaje sin más movimiento ahora que el de un "Huesito" desenvolviéndose en mi mano y unas canciones en mi iPod, noté que era tarde y que no habría niños de uniforme rondando cerca. Mejor, claro, porque no me gustaría que me vieran pensar en lo absurdo, en las miserias que el pasado deja para recordar, en las mentiras y en los bellos momentos... aglutinados entre ellos como una ensalada de McDonalds, fría y con esos trozos de ¿pollo? rebozados que contrastan en temperatura, en sabor y en lógica gastronómica.

Y allí estaba, allí, sí, cruzando la avenida, el Campus donde ilusos futuros empresarios, economistas, abogados y demás innecesarios levantadores del país, se espolvorean las axilas de incómodos folios de apuntes y de pañuelos palestinos el cuello, sin saber que su primer trabajo será una cafetería de carísimos cafés si papá no dice lo contrario.

Que cerca está el desengaño de un colegio de primaria. Un ignorante de las relaciones humanas. Que poco separa la sinceridad de un niño que acaba de llegar a la ESO de un futuro explotador de empleados, de un banquero sin escrúpulos o de un defensor de la ley que estudia la ley del menor y de la pederastia con los mismos ojos.

Que poco separa la ilusión de un recién llegado de la realidad a la que llegó.

Que junto está todo en la mente de un perdedor.

Se ve a lo lejos un C1. Siempre a su hora. Y yo me tengo que ir. Solo quería venir a este sitio a maldecirlo. A maldecirlo por su falta de aparcamiento siempre que decidía venir al trabajo en coche, por sus almuerzos acompañados, por sus almuerzos en soledad, por sus visitas relámpagos de amores tormentosos... por tener otro lugar que tantos recuerdos me traerá.

Y yo como siempre, sin bonobús.