martes, 26 de agosto de 2008

Voz en off



¡Basta ya! Da un golpe en la barra, mírame con el ceño fruncido y aprieta tus mandíbulas. Plántate ante tus fantasmas, háblales de soberbia, diles que no saben con quién están tratando hoy. Amenázales con tu futuro.

Joder, deshaz el presente, podrías empezar por besarme. Invéntate, si quieres, la primera canción. Convierte mis inseguridades en escalofríos y en piel de gallina, en tormentas tropicales.

No me mires así, venga, es verano. ¿Desafiarías a Ícaro esta noche? De acuerdo, incendiaré mis pupilas, te dejaré volar cerca de ellas, vamos a probar. Haz ademán de superioridad, sabré que hoy es el día. Ambos hemos aprendido a navegar en el pasado.

¡Vamos! Tú sabes ser más directa, no evites mi mirada. No debes esperar a tu corazón, está todavía cansado, puedo verlo. Tu cabeza ya le perdió la pista, ¡a que sí!, ¿a qué trata de recortarle terreno cada noche?

Acércate, eso es, ahora cuéntame algo sobre ese lunar, dime que te hace sexy. No me obligues a hacerlo a mí, sabes que voy a hablarte de tu sonrisa.

Vaya, después de esto, ha cambiado el tono de tu voz, ahora nos vamos entendiendo. Tus palabras van llenando los huecos que mis dedos van dibujando en tu espalda, ya somos igual de predecibles… ¡Qué importa!

Mira, hoy no voy a reparar en pesquisas, me parece que el tequila ya cumplió su cometido. Voy a besarte.

Lejos


El sonido en el más profundo vacío me delata, cada noche la relatividad puesta en duda, mi almohada debe pensar que soy el peor físico de la historia.

Un prototipo de nave espacial, que nunca verá la versión final, rompe barreras supersónicas y superlumínicas cada vez que quiero huir de todo. Y cada vez voy más lejos, mucho más allá de los límites del Universo. Más allá de lo conocido y de lo aun desconocido. Allí descubro la capota de mi nave y, en ausencia de gravedad, mi cuerpo nota que estoy fuera del alcance de cualquier influencia cósmica. Necesito estar realmente lejos, de esta forma puedo abarcar con la vista realmente todo lo que existe, despojarme de los prejuicios que cada día tratan de arraigar en mi inconsistente cerebro y pensar con claridad.

Y cuando examino mis manos, que hace poco tocaron tu pelo, veo que ahora sí son capaces de transmitir tu tacto, lo poco que queda de tu encanto, para dejarlo alojado en diminutos cajones que almaceno en la otra punta del infinito. He llegado a configurar un verdadero firmamento, ausente de masa y regido por la fuerza de mi tímida desobediencia y por las diminutas descargas electrostáticas que, alguna vez, intercambiaron nuestros dedos. Esta noche por fin he completado una nueva galaxia, distinta a las que ya acumulan telarañas y motivos para no volver a ser alteradas jamás, pero a la vez la más consistente en cuanto a su propósito.

Voy más allá, cada vez estoy más lejos de casa, cada noche tardo más en regresar, a pesar de que mi nave cada vez es más veloz. El tiempo colapsa en mi lóbulo temporal y ya no distingo entre el placer y la ira, por esto no puedes venir, no nos lo merecemos, no es tan sencillo. Verás, aquí hay poco espacio para dos y no voy a pronunciar más veces eso de: “huy, esta vez ha estado cerca”. Un paseo por la luna los viernes y volver a una cárcel de oro el resto de la semana, eso sí es ser radical.

¿Quieres que me ponga serio? Vale, podríamos tener veinte años, podría pasarme el día desordenando tus cds y apagando velas que huelen a incienso con la paciencia. Pero, para qué engañarte, eso no pasará. ¿De qué sirve ironizar? Es más fácil herir, las cicatrices distraen la atención de la mirada, que siempre busca achaques de la edad. Las heridas enseñan más que tu vestido.