jueves, 7 de febrero de 2008

La dispersión de las emociones (crítica a s/t)

Bajó la marea y, como decrépitas iglesias que aguardan agazapadas en pantanos, tu fuerza quedó al descubierto. A la izquierda, perplejo, Pierre-Luigi observa como zarandeas trazos de asfalto amargo, el sutil caos del fondo del mar. A su lado el dorado óxido de un viejo galeón español, glorioso en otro tiempo, nos recuerda que los tesoros no son más que los rescoldos de medievales conquistadores extinguidos.

Clichés rurales enmascaran el esfuerzo titánico que has realizado para llegar hasta la comisura de los labios. Pero no desentonan, la última capa oscura que diste aplaca el ímpetu y el ansia. En el centro todavía caben eclipses de sol, tranquilo, guardarán estoicamente a través de los años el reflejo de aquella primera luna, ya no habrá más. Zafándote finalmente de la resignación, comienzas a escalar perfectas ondulaciones esbozadas de interrogantes que quisiste dejar en la parte de atrás del lienzo.

Suntuosas y sinuosas curvas te delatan, te has sobrepuesto al cuadro, ahora estas disfrutando. Pero aprietas los dientes y tu pluma contra la desidia perforando conciencias para, una vez más, poner tu firma en el fragmento más puro. Buen trabajo, con la muleta en el pecho, das la espalda al destino tras la suerte suprema, este toro no necesita puntilla, ni una pincelada más. Pero ahora vámonos, que se hace tarde. Enjuaga los deseos, recoge los suspiros, cierra el caballete y tapa los recuerdos, que se van a secar.

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