martes, 29 de abril de 2008

De Regina al Cielo (o a donde esté)

Regina se une con Feria en el Bar Vizanco, a la altura de la plaza esa de la que no me acuerdo del nombre pero sí de sus adoquines en espiga o de sus rejas en rincones, colocadas de esa forma tan extraña o tan absurda...
La calle Feria es algo así como un universo de radios y faros Rinder que giran y brillan alrededor de los pivotes fundidos en el pueblo de Camas; los mismos pivotes que dirigen el tráfico de perros y mendigos, de señores y faldas de vuelo, porque allí los coches no pasan sin arrepentirse primero.

En un extremo las murallas, en el otro Bellas Artes... justo en la mitad una tienda que vende las telas por peso y donde un retal de feo estampado Damasco se puede convertir en la mejor obra plástica jamás pintada.

Vuelvo a Sevilla con todo lo que ello supone (o el calor te deja suponer). ¿Qué quieres que te diga? ¿Te cuento mi dicha?

Sevilla es ese lugar de la geografía española donde los pies nunca sufren cuando andas horas y horas a través de ella. Es el deseo de querer deseársela a tus seres queridos; es el portal de Belén con ese habla tan "vasilón" que tienen sus figuritas cuando "vasilan" detrás de una "servesa bien frejquita" o delante de una morena de volantes en el pelo y negruras sin lluvias pero con ojos llenos de tormentas.

Sevilla es el aire ligero en abril, el blanco de naranjos o el río mismo. Es el perfil en stereo cuando pasas por el puente del Cachorro: a un lado Triana, al otro la Giralda, y allí a su frente un barco repleto de guiris a punto de zarpar. Paraboloides Hiperbólicos que protegen del Sol de las ocho de la tarde, aún rabioso. Y skates, y locos... y más locos y una loca que te puede tocar la guitarra (tan loca como aquella) en un bar de locos sin que te des cuenta de "ná"!

Vuelvo a Sevilla para acercarme a alguien del que difícilmente me separaré. Sí, abuelo, no sé hasta cuando pero soy profe, profe de lo mío, por fin. Por eso volví a Sevilla. No hay un solo día que no me acuerde de que tú también lo fuiste, quiero decir, profe de lo tuyo; de tu nieto; de tu asignatura mejor estudiada.

¿Te digo cuantos alumnos tengo?

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